No hay nada
más rico que comer un puñado de maní confitado recién salido de la paila. En
casi todo el mundo se le conoce como praliné y los hay también de avellanas,
almendras o nueces, pero estos últimos son más utilizados en la pastelería fina
para rellenos o decoración de postres. En España y algunos países de Sudamérica
lo llaman "garrapiñada".
Su primer
nombre fue "prasline" y el que lo preparó por primera vez fue el
soldado y cocinero Clement Lassagne, el mismo que trabajaba para el mariscal y
diplomático francés Caesar duc de Choiseul, más conocido como Conde de
Plessis-Praslin.
La hermosa
hija del duque, María Virginie, no encontraba pretendiente alguno y ya con casi
cuarenta años, solo un hombre la amaba en silencio: el soldado y cocinero
Clement Lassagne, quien para estar cerca de la mujer de sus sueños, preparaba
esta delicia, la misma que todas las tardes agasajaba la mesa de María
Virginie. El padre de tan apreciada dama se dio cuenta de las intenciones del
soldado y cocinero y teniendo en cuenta la diferencia de las clases sociales,
decide prescindir de los servicios de tan osado galante.
Lassagne
decide abrir una confitería (1670) denominada Maison de la Praline, que se
encuentra a 110 km de París en la villa de Montargis, local que hasta el día de
hoy existe.
Pero luego de esta pequeña
introducción, debo decir que esta delicia, pues lo es para mí, el sólo percibir
el olor del maní calentándose en la cocina, sólo hace viajar a mi memoria y
buscar los recuerdos de mi infancia, pues sí, desde muy pequeña mi madre lo
prepara con una dedicación única, pues he probado maní confitado en otros lugares (carretillas
o vendedores ambulantes), pero no hay como el sabor casero y dicho sea de paso
no he probado otro, y me refiero al casero, vaya que me cautiva ver como se va
despegando de la olla el caramelo y éste se ve abrigando a cada grano de maní,
pero esa etapa es casi imposible de verla, y es que mi madre dice que es una
preparación muy celosa, sí, no estoy diciendo un disparate, yo lo he
comprobado, ahora la explicación científica no la se, sólo puedo decir que si
mi madre está con dolor de cabeza, no hay buen resultado, se quema, y se quema,
y más aún pues ya lo ha preparado en mi casa con mis ollas y cucharones de
madrea antes y le ha salido perfecto, pero si está con malestar ni hablar,
adiós dulces. Pero lo que si me sorprendió es lo que ocurrió la semana pasada,
casi una semana atrás, inicio el proceso colocando medidas iguales de agua, azúcar
y maní, y lo deja cocinar por un buen rato, incluso lo deja hasta hervir y
luego procedió a mover con el cucharón para que vaya tomando punto, pero en esa
ocasión pasó algo inusual mi madre y yo nos enfrescamos en una amena
conversación, aunque a decir verdad el contenido del tema no era del todo
agradable y no lo digo porque discutía con mamá, para nada, todo lo contrario
tratábamos de encontrar la razón a algo que ahora puedo decir es perder parte
de nuestra energía, pero en fín, en el momento de la conversación ambas nos
encontrábamos cerca, es decir en la cocina y de pronto ella tomó el cucharón
para realizar el amasado, y aparentemente todo estaba bien, pero al parecer por
continuar conversando mientras hacía el movimiento ondulante la preparación se enojó
y se quemó, y si que lo hizo, la casa se llenó de un neblina y el olor de ese ¼
de maní quemándose junto con el azúcar, y entonces mi mamá dijo, es que dicen
que esta preparación es celosa, sólo atiné a reirme, pero no por burla, sino de
mi asombro, ya que era la segunda razón por la que el maní confitado se puede
estropear. Y bueno me quedé con las ganas, y mi boca ya no se derritió,
jajajajajaja.